Leonardo Rivadeneira |
Ese ciudadano común mientras sale y entra de su hogar , observa su ciudad, su sector, su barrio, sin que los cambios sean considerables, y dice entre sus adentros, ¿no será que les estarán pagando demás a nuestros alcaldes?
También, observa a su familia limitada en el comer, en la vivienda, en el vestir, limitada en el consumo de energía eléctrica para no rebasar la tarifa básica, lo mismo en el consumo del agua. Y no entiende porqué él tiene que limitarse en todo para subsistir y eso que trabaja hasta los domingos.
Ese ciudadano común desde que se convirtió en padre de familia no ha parado de laborar, pero no encuentra su meta. Se acuerda desde que fue mayor de edad, que a su barrio llegaban los políticos en época de campaña, le prometían obras para el barrio, para construir la cancha de fútbol, el parque, la iglesia, llegaban las elecciones y poco es lo que le cumplían.
Ese ciudadano común, pronto vivirá otro proceso electoral, figuradamente unos candidatos dicen que si les apoyan les van a regalar: víveres, pelotas de fútbol, camisetas, uniformes para el equipo del barrio, hasta van a sortear celulares entre los jóvenes que más barra hagan cuando visiten el barrio.
El ciudadano común ha perdido el interés por las elecciones, aunque no la fe de que su vida mejore, como la de aquellos amigos del barrio que optaron por un candidato ganador y en poco tiempo sus vidas cambiaron. Se consiguieron un sueldo fijo, construyeron su casita de dos pisos, posteriormente el carro del año, andan bien “encachinado”, ahora beben whisky etiqueta negra, ya se olvidaron de la época en que"chupaban" aguardiente.
El ciudadano común espera que las autoridades de elección popular también se preocupen del ser humano. Click en Me Gusta si te agrada este artículo